La estructura gobierna la función (y viceversa).
Cada parte del cuerpo humano tiene una razón de ser, una función específica.
En el organismo existen estructuras ubicadas de acuerdo a su función.
No es casualidad que una arteria este en un lugar determinado, una articulación tenga una determinada forma o que un músculo posea la fuerza y consistencia que lo caracteriza.
Un ejemplo claro es el aparato circulatorio:
Una persona sedentaria que inicia una actividad deportiva, comienza a generar en su sistema arterial y venoso nuevas conexiones entre los pequeños vasos (anastomosis), esto significa que la estructura vascular se modifica haciéndose más eficiente, porque los tejidos necesitan más oxígeno (entre otras cosas) por la nueva exigencia.
Al realizar ejercicio físico, se "modifica" la función y se cambia la estructura (nuevos vasos sanguíneos, músculos más potentes, etc.).
El cuerpo humano busca cumplir con tres leyes: confort, economía (gastar la menor energía posible) y equilibrio.
Para que esto se logre la función debe ser ejecutada lo mejor posible y con la menor cantidad de interferencias.
Otra analogía para entender esta ley, es el deterioro en el sistema osteo-muscular de los astronautas en el espacio.
El organismo deja de estar influenciado por la fuerza de gravedad: tanto huesos, músculos y articulaciones son menos requeridos y comienzan a deteriorarse (artrosis, atrofia y debilidad muscular).
Sería el efecto contrario al ejercicio físico: se produce un deterioro de la estructura y se altera la función.
Una restricción de movilidad en una estructura dificulta el buen cumplimiento de su función, asimismo, una función alterada provoca desequilibrios en la estructura antes mencionada.
La osteopatía busca mejorar la movilidad (micro movilidades) de los diversos componentes del sistema corporal, con el objetivo de que puedan cumplir su función correctamente.
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