Es importante para la supervivencia de la especie tener desarrollados distintos procesos automáticos, que sean espontáneos y no requieran de nuestra conciencia, ya que si tardásemos un segundo más en realizarlos hoy no estaríamos acá vivos leyendo este artículo y yo no estaría escribiéndolo. (El tigre ya se habría comido a nuestro tátara tátara tátara abuelo).
Estos procesos automáticos se dan a través del Sistema Nervioso Autónomo, que tiene dos divisiones: El Sistema Nervioso Simpático y Parasimpático.
En el proceso de Lucha o huida, se activa el Simpático que nos permite defendernos contra estresores o alejarnos de posibles peligros con el objetivo se sobrevivir: aumenta la frecuencia cardiaca y respiratoria, enviando sangre a los músculos y dilatando las pupilas (para poder correr, atacar, tener más agudeza visual, etc.).
En el proceso de sueño, digestión y reparación del organismo, se activa sistema nervioso Parasimpático, que nos permite relajarnos y recuperarnos, favorece el sueño profundo: reduce la frecuencia cardiaca y respiratoria, y podemos entrar en reposo y hacer una buena digestión (se incrementa el flujo sanguíneo a los órganos internos).
Nuestro cerebro no ha desarrollado aun la capacidad de distinguir entre distintos tipos de estresores, entonces no diferencia entre el jefe que nos grita o un león que quiere desayunarnos.
Todo lo antedicho nos permitió sobrevivir en la antigüedad, estando rodeados de animales salvajes que podían acabar con nuestra vida en segundos, tribus que nos acechaban, etc.
El problema actual, es que tenemos sobreestimulado el sistema nervioso simpático porque este “cree” que los residuos que dejo el perro del vecino en la vereda es algo de vida o muerte (si, así funciona nuestro sistema nervioso autónomo).
Dentro de la osteopatía existe una forma de abordaje denominada terapia Creaneo-Sacral, en la que se trata específicamente estructuras del cráneo y el sacro, favoreciendo la regulación del sistema nervioso.
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