El nervio vago nace a nivel del bulbo raquídeo (podríamos decir “debajo de los hemisferios cerebrales” - simplificando mucho -), y se extiende y conecta con la faringe, el esófago, la laringe, la tráquea, los bronquios, el corazón, el estómago, el páncreas y el hígado, y otras vísceras, como los riñones y los intestinos.
Sale del cráneo por un agujero que se llama rasgado posterior.
Hay dos nervios vagos, uno a la derecha y otro a la izquierda, por lo tanto hay dos agujeros rasgados posteriores (en la parte posterior de la cabeza, zona de la nuca, uno a cada lado).
Este nervio es uno de los principales encargados de regular el sistema nervioso parasimpático (el que es automático, no depende de nuestra voluntad, y nos prepara para la digestion, relajación y descanso).
Regula el control de corazón, los pulmones, músculos del cuello y vías respiratorias, el hígado, estomago, páncreas, vesícula biliar, bazo, riñones, intestino delgado y parte del intestino grueso.
Su buen tono nos permite permanecer en calma, disminuye nuestra frecuencia cardiaca, respiratoria, y genera una respiración más profunda (nos oxigenamos mejor).
Presenta un enorme rango de funciones, comunicando impulsos a cada uno de los órganos de nuestro cuerpo.
Es muy frecuente el tratamiento del agujero rasgado posterior durante las sesiónes de osteopatía, favoreciendo la regulación del sistema nervioso parasimpático, y permitiendo que los procesos de digestión, descanso y reparación del cuerpo (entre otros) se produzcan de la manera más equilibrada posible.
Además del tratamiento osteopático, hay diversas herramientas para favorecer el tono del nervio vago:
Cantar, meditar, Yoga, Acupuntura, Masajes, Reflexología, sociabilizar, etc. (esto lo desarrollaremos en un artículo posterior).
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