Como comentamos en la entrada anterior, el nervio vago o neumogástrico posee múltiples funciones.
Este nervio nace a nivel del bulbo raquídeo (podríamos decir “debajo de los hemisferios cerebrales” - simplificando mucho -), y se extiende y conecta con la faringe, el esófago, la laringe, la tráquea, los bronquios, el corazón, el estómago, el páncreas y el hígado, y otras vísceras, como los riñones y los intestinos.
Hay dos nervios vagos, uno a la derecha y otro a la izquierda (en la parte posterior de la cabeza, zona de la nuca, uno a cada lado).
Tener un tono vagal alto permite el normal funcionamiento del sistema nervioso autónomo parasimpático (parte del sistema nervioso que es involuntario, automático, permitiendonos relajarnos, “repararnos”, hacer la digestión, etc.).
Tiene relación directa con la salud, el bienestar mental y la resistencia al estrés.
Un normal funcionamiento del nervio vago nos permitirá relajarnos más rápido luego de una situación estresante.
Se observó en diversos estudios que las personas con un tono vagal alto poseen relaciones más armoniosas y estrechas, ya que la estimulación vagal provoca la liberación de oxitocina (una hormona llamada “molécula de la conexión o amor” – por esto sociabilizar mejora el funcionamiento del nervio vago -).
Este es un proceso de retroalimentación positiva: si nos relacionamos (de manera armoniosa) tendemos a generar más oxitocina, y a su vez esto estimula el nervio vago; y el nervio vago estimulado genera oxitocina y nos dan ganas de sociabilizar.
El hueso occipital y el temporal unidos, forman el agujero rasgado posterior, zona del craneo por donde sale el nervio vago, dirigiéndose al cuello para luego seguir su recorrido hasta el tórax y abdomen.
Al liberar estos huesos con técnicas de osteopatía craneal, permitimos que el nervio discurra libremente mejorando su funcionamiento.
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